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MARÍA LAURA RIBA - una escritora apasionada.

  • Foto del escritor: NATALIA SCHEJTER
    NATALIA SCHEJTER
  • 12 sept
  • 8 Min. de lectura

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María Laura Riba es escritora y periodista. Nació en Buenos Aires en 1965, antes de cumplir sus treinta años se mudó a Corrientes, trece años después se fue a vivir a la Habana, Cuba, allí se quedó por unos ocho años y cuando regresó a la Argentina, se radicó en Resistencia, Chaco, donde vive actualmente. 


Algunos de sus libros son crónicas e investigaciones periodísticas como “Che, mataron al enano – Correntinazo, 15 de mayo de 1969” y “Cascarita de huevo era su cuerpo - Crónica de un derrumbe”. También escribió canciones, poemas y novelas, su último libro “De absurdo y de espanto” es un conjunto de microrrelatos que publica la editorial Halley y se presentará el próximo sábado 13 de septiembre a las 18.30 h. en la librería Fenix (Paraguay 980) de Corrientes Capital.


Tu libro, “De absurdo y de espanto” es un libro de microrrelatos, ¿qué son? 

A veces la gente cree que es algo fácil porque es cortito, o piensa que es un posteo. En un microrrelato como en todo cuento, tiene que haber una historia. Y lo que está en juego es el cómo lo cuento. Existe mucho lo que es la sugerencia, no tiene palabra de más y todo tiene que ser bien contundente. No significa que todos los finales tienen que ser sorpresa, pero a mí me gusta decir que tiene que desestabilizar al lector en algún punto, que no te de respiro.


Cómo dijiste recién, es fácil confundir hoy en día un microrrelato con un posteo, pero ¿cuándo se registran los primeros microrrelatos? 

Yo creo que el hombre, ya con las pinturas rupestres, contaba historias. Pero con el tema de la brevedad, en estos tiempos, la gente confunde y creen que escriben, te llenan de poemas en las redes sociales, que no son poemas. Sin menospreciar, hay gente que escribe y dice “esto es un poema”, y no, porque hay técnicas, hay herramientas literarias que tienen que atender. Ana María Shua es la que los popularizó en Argentina, además de escribir novelas o cuentos, Ana María tiene unos microrrelatos contundentes y bellísimos. El tema es la mirada que se pone, el salirse de lo común, las cosas irracionales que vos no te imaginas, vos sabés que no pueden pasar, eso es el microrrelato también. De hecho, el famoso microrrelato más corto del mundo es de Augusto Monterroso y dice: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Vos sabes que no puede ver un dinosaurio pero es sugerencia pura en este sentido.


¿En tu libro los microrrelatos tienen una temática, un hilo conductor?

Está divido en 4 partes; la primera se llama “Sopor”, ahí a mí me gusta mucho jugar con la atmósfera, que en cada microrrelato sientas “tengo un calor que no doy más, no puedo respirar, me asfixia este texto”. Si lo consigo, me rindo, buenísimo. Hay otra parte que se llama “Cuchillos”, y todo es un juego con cuchillos, Otra parte se titula “Lecturas previas”, en la cual yo juego, recojo la idea principal de lecturas que hice y me invento un microrrelato con eso, por ejemplo, dialogo con textos de Samanta Schweblin, de Alejandra Kamiya, de Horacio Quiroga, de Borges, de Silvina Ocampo. 


Así como dialogás con otros autores, también sos una gran divulgadora de literatura regional.

Cada vez me pongo más fanática, porque considero que nuestra región tiene grandes escritores y escritoras. Si viviera en el sur también diría lo mismo, porque tengo una tendencia a los márgenes, a las orillas, entonces siento que merecen ser visibilizados, que la gente los conozca, más allá del pulpo de Buenos Aires. Yo no voy a tener nada contra Buenos Aires, nací allá, pero también sé cómo le cuesta al escritor del interior, “por favor, mirenme”. Ahora es mucho más fácil porque todas estas editoriales independientes tienen la posibilidad de comunicarse con el país entero a través de las redes, a través de WhatsApp, pero imagínate que en mi época era a través de las cartas. Yo me acuerdo que presenté un libro en la editorial Atlántida y tenías que esperar un mes que te contestaran la carta y otro mes que no sé qué, era eterno. 


¿Y cómo ves el panorama? ¿Qué se escribe en el NEA en este momento?

Es bien difícil porque yo te aseguro que en este momento nace un escritor, seguimos hablando y nace otro escritor; hay infinidad de escritores y como también hay mayor comunicación, la gente joven avanza, y me parece perfecto, va, viene, hace los slams de poesía, tantas cosas. Ya no hay un juzgamiento de quien hace literatura exquisita, alta, dejemos a la gente vivir, que haga lo que le guste hacer, esa literatura que quiere.  No todos van a ser Borges, ni yo soy Borges, no todos podemos, entonces, no lo busquemos ni lo impongamos. Después, con el paso del tiempo se verá cómo decanta,  quiénes son los escritores, cada uno va buscando su lugar, su nicho. También hay otra cosa, eso de autopublicarse y llamarse siempre escritor, tampoco es así, porque que yo me pueda pagar la edición de un libro no me no me da etiqueta de escritor.


¿Qué consejo le darías a un joven que te dijera “yo quiero dedicarme a esto, yo quiero ser escritor, escritora”?

Yo doy clínicas narrativas a gente que ya escribió y tiene que corregir su texto, lo hago de forma personalizada. Nos metemos súper concentrados en el texto, y digo, “acá no, esto tendría que ir arriba, ¿vos qué pensás?”, no es una imposición, es un diálogo con el escritor. Pero a mí me alarma que cuando muchos que vienen, ante la pregunta “¿Qué estás leyendo?” me contestan: “No, no tengo tiempo para leer” y ahí muchísimos se van. O sea, ¿cómo quiero ser escritor o escritora si no leo? Quien escribe debe leer el doble que cualquier persona, yo me acuerdo que Abelardo Castillo era hiperexigente, yo no llego a tanto, pero él te hacía un cuestionario de qué habías leído, por qué no lo habías leído y eso hacía que te recibiera en su taller o no. 


El filtro. 

Pero, claro, pero es que si escribo y no leo, yo voy a creer que inventé la pólvora, que lo que yo acabo de escribir es lo mejor del mundo, y no, existe una tradición de no sé cuántos años que ya eso lo escribieron de otra manera. Porque para mí los temas siguen siendo los mismos de toda la vida, como los problemas son los mismos, es la esencia, escribimos sobre los mismos problemas a lo largo de la humanidad. El tema es cómo lo escribo.


¿Vos desde cuándo escribís? 

Desde que tengo uso de razón. Mi mamá había parido a mi hermana la más chica y en aquella época la operación de vesícula era que te abrían entera. Entonces evidentemente yo ya estaba celosa por la llegada de mi hermanita, estaba en primer grado, ya sabía escribir y leer cosas rudimentarias, de golpe veo que mi mamá no está más en mi casa porque la llevaron a internar. Entonces lo que yo hacía eran dibujos y le escribía palabritas sueltas. Y un día, le dibujo a mi mamá una bandera argentina, la pinto y le pongo “mamá, vos sos mi bandera blanca y celeste, mi flor preferida”, 6 años tenía y eso quedó para la historia. Ese para mí es mi primer poema.


En tus redes leí que vos contás que en el año 2003 asumiste que tenías baja visión. ¿Cómo fue ese proceso? 

Desde chiquita me diagnosticaron una miopía altísima, se llama miopía magna, pero eran otras épocas, entonces, yo en primer grado, me sentaba atrás de todo y terminé pegada al pizarrón y a la maestra eso nunca le llamó la atención, en mi casa tampoco, aún teniendo una hermana mayor que era miope, esas cosas hicieron que yo recién a los 8 años me encontrara que tenía que usar anteojos, me pusieron los anteojos con un grosor ya muy elevado porque se ve que me llevaba todas las cosas por delante, me confundia la gente, era un desastre. Se me fueron degenerando las retinas, pero estaba en estado de negación diría algunos psicoanalistas, porque para mí todo el mundo veía como veía yo. A mis 30 años entro a trabajar al Banco Hipotecario Nacional, doy el examen, me hacen un chequeo médico y ahí se dan cuenta que yo tenía todas las retinas deterioradas y casi que no me dan el alta para entrar. Yo tuve que rogar, digo ”por favor, porque es mi trabajo, lo necesito”. Y el médico me dice, “bueno, si te haces tratar, yo te doy el alta". Entonces, ahí es como que tomo un poco de conciencia, pero no tanto. Y luego ya la vida te pasa factura y fui perdiendo visión completa de lo que es la visión central. El ojo izquierdo yo no veo nada, y del ojo derecho veo un poquito. En el 2003 se determina que ya es baja visión, porque aún con cristales, aún con muchas cosas ya no puedo leer, no puedo escribir, normalmente no puedo hacer nada si no es con ayudas ópticas especiales. Y comienzo salir a la calle con un bastón verde, que me costó muchísimo asumir que lo tenía que usar. Entonces, es empezar a asumir que es la baja visión, y ahí empezar a tener larguísimas historias que un día contaremos, que incluye hasta vender una casa con tal de leer y escribir para llegar a tener las ayudas ópticas especiales.


¿Vendiste una casa para acceder a esas ayudas ópticas? 

Claro, porque si ahora son carísimas, antes eran imposibles de acceder, y además yo sentía que a mí no me servía de nada tener un techo estando sola si no puedo moverme porque no sé a dónde es, entonces es ahí cuando se toman las decisiones de la vida. Eso hace que yo me vaya fortaleciendo y que vaya descubriendo lo que son las ayudas ópticas especiales y cuánta gente hay en esa zona del limbo que se llama Baja visión. 


¿Qué es la baja visión?

La baja visión es una condición que te queda a raíz de una enfermedad. Por eso, no todos los que tenemos baja visión vemos de la misma manera. 


En tus redes también compartis mucha información de la cantidad de tecnologías que hay para poder leer y escribir.

Si y hay mucha información que no se conoce de tecnología que está acá en la Argentina, con los cuales los precios son más baratos. Porque tener tecnologías extranjeras muy amplias, de muy alta calidad, que son preciosas pero son imposibles. Hay unos anteojos que se llaman Retiplus, que salen 14000 dólares. Yo me los fui a probar y a mí no me sirven, o sea, no todo les sirve a todos. Pero hay un montón de cosas nuevas que salen, en la Argentina hay, en Córdoba por ejemplo esta Procer tecnología inclusiva.


¿Nunca dejaste de escribir y de leer?

Y tuve períodos en que sí, que no pude ni escribir ni leer, porque por ejemplo, cuando estaba en Cuba se me rompió la computadora en la que yo amplificaba, tenía un programa que me leía y estuve 2 años sin computadora, era una abstinencia desesperante, porque ya no alcanzaba a leer la pantalla. Y otros períodos también, cuando me determinan que tenía Baja Visión, ahí sí estuve meses hasta encontrar que podía hacer, porque tampoco se sabía lo que era baja visión, estoy hablando del año 2000, 2001, 2002… Y ahí sí le veo a la doctora correntina, Susana Frid, que es la que me dijo “María Laura vengo de un congreso de baja visión, esto es para vos”, y me abrió un mundo realmente. Eso no significa que no me afecte, que no haya días que no me ponga triste, que extrañe leer un libro físico y tocarlo, marcarlo, no lo puedo hacer. La cosa es no quedarse a vivir en el dolor, y ahí es cuando uno elige. 



Como se desprende de esta conversación, María Laura se dedica a divulgar con pasión y compromiso dos temas: sobre autores y autoras regionales y sobre las tecnologías inclusivas para la baja visión. Pueden seguirla en sus redes sociales:@ApuraLiteratura en Instagram y como María Laura Riba en Facebook.


1 comentario


Javier Schejter
Javier Schejter
13 sept

Muy buena nota. Y el carrusel de acá tb. Felicitaciones 👏

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